No es rechazo, es logística

Resignificando el "no" en las convocatorias artísticas

Marina Cisneros

El mundo del arte, con sus convocatorias y concursos, puede ser un espacio de emociones intensas. Para muchas artistas, no ser seleccionadas en una convocatoria se percibe como un rechazo personal, un golpe directo a la esencia de su obra. Sin embargo, esta sensación no siempre refleja la realidad. Más bien, considero que este sentimiento de rechazo surge de una falta de comprensión sobre cómo funcionan las convocatorias. Estas responden a un entramado complejo de logística, curaduría y recursos, que limita su capacidad para abarcar toda propuesta artística disponible.

Esta reflexión busca explorar la problemática del "rechazo" en el arte y proponer un cambio de perspectiva que no solo sea más realista, sino también más constructivo para el crecimiento profesional.

No es rechazo, es un sistema de cupos

El primer paso para desmitificar el rechazo es entender el contexto logístico de las convocatorias. Toda selección tiene límites prácticos impuestos por los recursos disponibles: tiempo, espacio, dinero o incluso la capacidad humana para evaluar proyectos. Cada convocatoria tiene parámetros definidos por los recursos disponibles: el tiempo necesario para evaluar a cada participante, el espacio disponible para exponer o publicar las obras seleccionadas, el presupuesto que se asigna para financiar proyectos, e incluso la capacidad humana de quienes conforman el jurado para procesar y analizar una cantidad significativa de propuestas.

Esto significa que no quedar seleccionado no es un indicador directo de que una obra carezca de valor o calidad. Más bien, implica que formaste parte de un proceso competitivo donde las oportunidades eran significativamente menores que la cantidad de propuestas enviadas.

En este sentido, el rechazo deja de ser una sentencia definitiva para convertirse en una experiencia contextual que puede interpretarse como un indicador de lo exigente que es el entorno artístico y de la necesidad de seguir trabajando en la comunicación de tu obra.

Si una convocatoria recibe 300 propuestas y solo tiene lugar para seleccionar 15, esto implica que únicamente el 5% de las postulaciones podrá ser considerado. Es altamente probable que muchas de las propuestas no seleccionadas sean muy maravillosas, con ideas innovadoras y ejecuciones impecables. Sin embargo, otros factores como el tema específico de la convocatoria, la coherencia entre el concepto y su presentación, la prolijidad y extensión de su proyecto o incluso la afinidad de los jurados con determinados criterios, pueden influir en las decisiones finales. Es importante recordar que no ser elegida no es un juicio sobre la calidad intrínseca de la práctica artística, sino el resultado de un proceso en el que las variables logísticas y humanas tienen un peso significativo.

Entonces, no quedar seleccionada, creo, no debería interpretarse como una descalificación personal ni como una pérdida definitiva. En este contexto, es fundamental aprender a separar el resultado de una convocatoria de la valoración general de la obra de una artista. Si se presentan 300 proyectos y solo hay lugar para 15, es probable que queden fuera incluso propuestas muy maravillosas. No es personal, es matemática.

Los trámites del Arte

El arte es profundamente personal. Por eso, es natural que una artista sienta que su obra es una extensión de sí misma. Pero este vínculo emocional puede convertirse en una trampa cuando un "no" al proyecto se siente como un "no" a la identidad artística.

Separar la obra de la persona no es fácil, especialmente en el contexto del arte, donde la creación está íntimamente ligada a la identidad de la artista. Pero muchas veces, esta separación será necesaria para poder afrontar ciertos procesos con mayor claridad emocional. Me gusta pensarlo como un "trámite del arte". Una convocatoria, un concurso o una competencia no son un espacio para validar tu valor como persona o como artista; son instancias donde la obra, por un momento, trasciende su conexión personal con tu ser artista y se convierte en un objeto de evaluación bajo parámetros específicos.

En el proceso artístico, es casi imposible desligar la emoción de la creación. El arte es, por naturaleza, un reflejo de nuestras vivencias, pensamientos y sentimientos más profundos. Pero cuando la obra ingresa al marco de una convocatoria, se transforma en algo distinto. Deja de ser exclusivamente tuya para entrar en un sistema que la analiza según reglas, criterios curatoriales y logísticos que no siempre reflejan la riqueza emocional de tu trabajo. Este cambio no disminuye el valor de la obra, sino que redefine temporalmente cómo se percibe y evalúa.

Entender esta diferencia puede ser liberador. Significa aceptar que la obra, en ese contexto, ya no habla solo por ti, sino que debe hablar por sí misma, con las herramientas que le diste al presentarla. Y aunque esto puede ser difícil de aceptar, también es una oportunidad para crecer: para aprender cómo fortalecer esa autonomía de la obra y cómo comunicar mejor lo que deseas transmitir. En última instancia, este "trámite del arte" no es más que una instancia pasajera dentro de un camino más amplio y significativo.

Comunicar para conectar

Un proyecto puede tener una gran sensibilidad, exquisita técnica, un concepto sólido y un proceso riguroso, pero si su presentación no es clara o no logra comunicar esa riqueza, puede pasar desapercibido. La falta de tiempo o recursos para elaborar una aplicación fuerte puede ser un factor decisivo. Por ello, también es importante no dejar la aplicación para ultimo momento.

En mi experiencia como jurado en artes visuales, he encontrado situaciones como registros en blanco y negro de pinturas originalmente a color, imágenes borrosas o incompletas que limitan la visualización de las obras, textos confusos o difíciles de entender, aplicaciones presentadas de forma incompleta, fichas técnicas sin medidas ni detalles básicos, entre muchas otras omisiones. Estos errores, aunque comunes, pueden ser determinantes a la hora de evaluar una propuesta, ya que dificultan la comprensión y valoración integral del proyecto.

La comunicación es tan importante como la obra misma. Aprender a presentar tu trabajo es una habilidad clave en el camino profesional. Antes de enviar tu aplicación, revisala bien: ¿El texto del proyecto es claro y accesible? ¿Estás utilizando imágenes que realmente representan tu obra? ¿Estas cumpliendo con todos los requisitos técnicos de la convocatoria?

Es fácil interpretar un "no" como una sentencia definitiva sobre el valor de la obra, pero esto no podría estar más lejos de la realidad. Cada convocatoria es un momento en el tiempo, y cada jurado tiene criterios que responden a su propio contexto.

  • Revisá tus materiales ¿Tu presentación refleja realmente la calidad de tu obra?

  • Buscá retroalimentación Consultá con colegas o mentores para identificar puntos a mejorar.

  • Estudiá los seleccionados Observá qué proyectos fueron elegidos y qué podrías aprender de ellos.

Repitamos juntas "Mi obra no fue rechazada, está en camino."

En lugar de ver el "no" como un fracaso, podríamos interpretarlo como una señal de que hay más por explorar. Cada convocatoria te ofrece algo: experiencia en la presentación de proyectos, feedback para mejorar, y un recordatorio de que el arte no se mide en éxitos inmediatos.

Cuando enfrento un no, me digo a mi misma no es rechazo, es logística.